«Yo soy yo y mis circunstancias» Ortega y Gasset
Soy Yolanda Navarro Lafita, maestra en el aula penitenciaria de Zuera(Zaragoza), donde imparto clase a tres grupos de alumnos neolectores.
A priori, trabajar como maestra en una cárcel no es tarea fácil.
Inicié la experiencia con una serie de personas que comparten una problemática común. La vida y sus circunstancias personales adversas les han llevado a cometer un delito y por eso están allí. Este alumnado está conformado por dos grupos de hombres y uno de mujeres que han solicitado voluntariamente asistir a clase y han realizado la VIA. La mayoría no se conocían entre sí. Sus edades son muy dispares, así como las nacionalidades, culturas y creencias. Tienen diferentes realidades personales, intereses, motivación, disposición al aprendizaje, valores y formas de ver el mundo y afrontar la vida. Lo único que une a estas personas es la vida en la cárcel.
En definitiva, encontré unos grupos heterogéneos, diversos, cuya miscelánea impide abordar un currículum de manera unificada y global. Su composición es variable, debido a la inestabilidad producida por las continuas altas y bajas consecuencia de disposiciones judiciales o faltas de asistencia.
Cuando por primera vez conocí el espacio en el que iba a desarrollar mi actividad como docente descubrí un aula sin decoración y sin alma. Reunía las condiciones básicas que uno puede prever en un módulo sociocultural penitenciario: paredes vacías, rejas en las ventanas y falta de material básico; todo ello justificado por las lógicas medidas de seguridad en las que debe desenvolverse la vida de las personas encarceladas. Mi reto, su transformación.
Objetivos de la actividad
La primera idea fue convertir el aula en un espacio que, además de ser punto de encuentro obligatorio, resultase acogedor e ilusionante; un lugar que sirviese de evasión, en el que todos los elementos que lo decorasen resultaran significativos y fruto de una educación inclusiva y en valores; un lugar que educase en el respeto a la dignidad de la persona y a los derechos y libertades de los demás.
Era necesario buscar una actividad dinamizadora que sirviera de nexo común a todos y con la que todos se pudiesen sentir reflejados y motivados. En definitiva, que sirviese de reflexión, de inspiración y de motivación.
Contenidos trabajados
A partir de una frase motivadora trabajamos la introspección, la reflexión, la inspiración y la ilusión. La expresión oral y escrita de objetivos personales, la capacidad de escucha, la tolerancia ante las ideas de los demás, el respeto a los otros y la importancia del espacio como marco acogedor de la experiencia de aprendizaje.
Recursos y herramientas utilizados
La expresión plástica como vehículo educativo: papel continuo y de periódico, folios, bolígrafos, rotuladores, pegamento y una frase de motivación recogida de redes sociales. Técnica de papiroflexia.
Desarrollo de la actividad
Tras una primera fase de conocimiento personal del alumnado para valorar actitudes y observar su capacidad de relación y de socialización, un mural me pareció el vehículo más idóneo y oportuno para trasladar un mensaje y unos valores, para encontrar en un contenido plástico y visual la personalización de ilusiones y retos y para convertirlo a la par en marco escénico del resto de actividades, al formar parte de la decoración y estética del entorno educativo.
El mural representa un mar con su horizonte y un sol que culmina el cielo. En el centro, dos barcos construidos con papel de periódico mediante la técnica de papiroflexia. Y una frase conocida en redes sociales que dice:” Si el viento deja de soplar…¡¡REMA!! “
Para el alumnado, resulta evidente que el viento dejó de soplar favorablemente. Cada uno reflexionó sobre esa circunstancia, para llegar a la conclusión de que los sujetos de su futuro son ellos mismos junto con su capacidad de acción. Cada uno debe remar para superar sus circunstancias psicológicas, emocionales, personales o familiares y forjar su futuro.
Para que se sintieran partícipes del Proyecto, aprendieron a realizar un barco de papel que les representa en el mural y lo identificaron con su nombre. Cada uno lo personalizó estéticamente de manera acorde a su gusto, para después proceder a escribir en un papel sus sueños. Con ellos, cargaron los barcos, habiendo dejado establecidos los objetivos personales con los que comenzaron y afrontaron el inicio de curso.
Sorprendentemente, esta actividad generó un alto interés y desarrolló su orgullo por la obra realizada. Al mismo tiempo, suscitó su curiosidad, de manera que todos quisieron saber cuál era la carga de cada uno de los barcos, lo que conllevó a una puesta en común que sirvió de acercamiento, encuentro y empatía, a la par que atrajo la atención del alumnado de otras aulas y niveles, que diariamente continúan pasando por la clase a admirarlo.
Sin pretenderlo, se ha convertido en un punto de lectura, dado que les gusta no sólo leer la carga del barco, sino que, al identificarse con lo allí expresado, optan por dejarse mensajes sorpresa alentando su consecución.
Alumnos y alumnas de otras aulas y niveles preguntan si pueden tener su barco en el mismo mural y todos piensan que el día que se vayan, querrán llevárselo como recuerdo para siempre y utilizarlo como marca páginas.
Hay algunos alumnos que han sido trasladados de cárcel sin previo aviso, por lo que su barco ha permanecido en el aula. Sin embargo, quienes han conseguido la libertad definitiva, se lo han llevado cumpliendo su sueño.
El alumnado colaboró activamente en la colocación del mural en la pared y a partir de ese momento, resultó objeto de sus miradas y sujeto de sus pensamientos más íntimos y personales.
Valoro muy positivamente el desarrollo de esta experiencia inicial y previa al desarrollo de otros contenidos. Considero que el éxito de la iniciativa radicó en el acercamiento a cada uno de ellos como personas, llevándoles a la reflexión de su propia situación y motivando la necesidad de fijar unas metas por las que remar.
El respeto a sus reflexiones, la tolerancia ante sus ideas y la escucha activa de sus exposiciones, condujo a un acercamiento personal y a su unión como miembros integrantes de un proyecto que allí se fraguaba y cuya ilusión motivaba a la mayoría a esperar con ansia el día de regresar al aula para continuar con los contenidos y propuestas de trabajo de cada día.
Quiero destacar que, tras dos meses de clase, he observado que esta motivación ha supuesto una notable mejoría en su aseo personal. Se esfuerzan para presentarse en clase con su mejor aspecto y alegría manifiesta. Más allá de su primer interés por salir del módulo, reconozco un sentimiento de grupo, un creciente interés subyacente de encontrarse y saber de los demás.
Este estímulo e interés por los otros, les ha convertido en cómplices de este proceso de aprendizaje, destacando el desarrollo de su condescendencia y su capacidad para alternar y comunicarse con expresión de humor y de tolerancia a comentarios sobre sí mismos, de aceptación del otro y de cada uno por quienes son, con independencia de su origen, raza, cultura, creencias y circunstancias varias que les definen.
Estoy muy satisfecha de los logros obtenidos y de haber conseguido con tanta rapidez fundamentar la base de nuestra relación y del aprendizaje futuro.
Centro penitenciario de Zuera
Yolanda Navarro Lafita